9.3.10
12.2.10
Y decidió marcharse porque aquella ciudad era él
Tal vez así dejaría de torturarse por haberlodejadomarchar.
Se iba, sí, huía...escapaba del dolor que le ahogaba
para pisar otras calles-esta vez sólo suyas-
Marchaba, marchaba dejándose allí a sí misma
marchaba con la esperanza de volveraencontrarse volveralevantarse volveratenernombre
marchaba para matarlo
marchaba para vivir
21.11.09
de miradas furtivas, mesmo esquivad.
de palabras non ditas.
ata de bicos formais.
mesmo de excusas peregrinas.
aliméntase de quero e non podo. e non debo. e as veces tampouco quero [pásame cando non quero querer]
mais eu teño fame de ti.
4.11.09
7.10.09
como non podo terte decidín soñarte.
así, cada noite, coa lúa espiando...
sóñote mentras na fraga xogamos a buscarnos. ...ata que nos atopamos...
sóñote mentras paseniño che fago cóxegas...ata atopar a túa sonrisa
sóñote tamén nos teus silencios, que me anulan
sóñote paseando entre libros...mentras espiamos outras vidas a través das palabras
sóñote recén saído da ducha, aínda húmido, acariciándote...
sóñote, sóñote compartindo o pracer...e casi o espertar...
sóñote, sóñote
sóñote nas noites...para poder vivir de día
gústame cando chove...
gústame cando chove forte...
porque as gotas fan tanto ruido que non te escoito dentro de min...
porque as gotas esvaran por min e soño que me liberan de ti...
gústame cando chove...
porque só es un reflexo nas rúas anegadas...
gústame cando chove
aínda que cada gota me desabroche a alma
8.9.09
siempre la pensé en colores
con olor a regaliz
la pensé ateamujerpoetaamigaamante
contadora de sueños
siempre la imaginé
con el alma pintada de retazos de vida
la imaginé cuerdaperotambiénloca
hoy la vi
pedaleaba con fuerza, la de sus letras
una torrot azul, casi perdida en la infancia
hoy la vi
en el aire, a su paso, melodías
letras presentes, canciones futuras
bailando con el viento
la chica de la bicicleta
Los abrazos no dados
11.8.09
Deixo este artigo de Maruja Torres, sobre os abrazos non dados. Coincido totalmente.
Muere alguien cercano –y, créanme, estoy en una edad en que ello sucede a menudo-, y me pregunto si le abracé lo suficiente. La memoria contiene atenciones dedicadas a la piel, al perfume de cada uno. En mi olfato evocador permanecen los referentes de esa persona con la misma exactitud con que ahora mismo, si cierro los ojos, evoco el olor de la gente viva a la que quiero, tanto si permanece lejos como si voy a encontrármela en el transcurso del día de hoy. Registramos la percepción que recibimos de las personas amadas –y hay muchas formas de amar, afortunadamente–, el aroma que desprenden y la manera en que nuestra capacidad para el encuentro lo adopta y clasifica. Pues se mezclan, en los sentimientos que perdurarán para el recuerdo convertidos en una sensación única, el olor del otro y nuestro don más o menos afilado para recibirlo.
Y es entonces, cuando alguien muere, y te llegan a los sentidos el vaho de su cabello en verano, la frescura de sus pecas en invierno, el mensaje de su ropa… Es entonces cuando te preguntas si os abrazasteis lo bastante.
Inevitablemente, uno mira alrededor para comprobar si está abrazando lo bastante a quienes le rodean y le importan. Y comprende que hay mucho abrazo vano y mucho besuqueo en el aire, pero que nos falta acercar el pecho, darse con el torso uno de esos toques profundos, una de esas transmisiones de afecto que el otro metaboliza, que acompañan.
¿Se han dado cuenta de la cantidad de personas que retroceden un paso cuando pretendemos abrazarlas así? Sobre todo hombres. Los hombres sufren, para su desgracia –no es el caso de los gays, desde luego-, de falta de aprendizaje para los contactos que no sean sexuales. La ternura los inunda, pero carecen de espitas para darles cauce. Entonces los abrazas y callan, temiendo que se vaya a abrir el mar Rojo y los vaya a engullir, o que se vaya a abrir el mar Rojo y sencillamente los escupa. Es decir, temiendo, pero no sabiendo qué temer. Estamos en una época en que el contacto físico sentido, no el de las palmadas en los hombros ni las formalidades, acobarda.
No hablo de amantes –ése sería otro cantar: que hablen quienes aún tienen hormonas–, hablo de amigos. ¿Nos apretamos las manos, no para saludarnos, sino para comunicarnos? ¿Lo hacemos en público, sin importarnos los demás sólo porque nos lo pide el cuerpo, sólo porque nos parece necesario, sólo para decir “estoy aquí, contigo, como siempre”? A veces sí. Pero no con tanta frecuencia como deberíamos.
Hay personas ríspidas, hirsutas, erizadas. Me faltan definiciones, pero muchas tienen que ver con los moluscos. Mal educadas en las emociones físicas, con una infancia a cuestas que aún destila sequedad o exceso de leche materna, y que tienden a envararse, confundiendo la sobriedad con el papel de lija.
Hay gente que no sabe abrazar y que no lo sabrá nunca, con lo que eso supone de soledad interna para ellos, y de despellejamiento de los abrazos de uno, de frustración. Y hay gente que abraza demasiado, tanto que se desvaloriza, y termina dando tanto que da muy poco.
Pero entre medias hay personas que aprenden a abrazar, que superan el miedo al compromiso –o simplemente, a no saber hacerlo, a que se les note la falta de costumbre– y que se van abriendo de a poquitos. Créanme de nuevo –pues entre lectores y leídos siempre hay algo de relación de mutua fe–, es una sensación extraordinaria asistir a eso, al descubrimiento de los tiernos gestos físicos, gestos amistosos hasta el tuétano, gestos puntuales que acercan más que las palabras o que dotan de sangre y calor a las palabras, o que hablan con una elocuencia para la que aún no hemos inventado palabras.
Hay personas que aprenden a abrazar, y personas que aprendemos a apreciar su esfuerzo y a respetar sus caminos. Y agradecemos que eso ocurra, porque es un trabajo que habremos hecho en vida y del que nadie se arrepentirá.
13.7.09
Como si afogando as palabras silenciase os sentimentos.
Hoxe rebeláronse.
Nas sabas miles de números ordeaban o teu teléfono.
No cóbado o teu nome.
No baño, a auga acaricioume como un día o fixeron os teus beizos.
No armario, presidindo, o vestido azul que un día tiven que arreglar porque me ía grande e que agora non me sirve. O que hai moito agochei para evitar a nostalxia.
O café da mañá recordándome os almorzos que case nunca tivemos porque sempre íamos co tempo xusto.
E na porta, onde as chaves, a túa foto. Aquela que fixeches un día de mozo, aínda non nos coñecíamos, e que tanto me gustaba. Sorríasme como se o tempo non pasase.
Todo o invadía a túa ausencia. A casa, o coche, as rúas...eu.
Por iso decidín escribir de novo. Porque, contrariamente ó que pensaba, non te desdibuxas no silencio....
20.5.09
alí fumaba a escondidas os pitillos mentras se escapaba do mundo por uns instantes. moreas de papeis atestiguaban que, aínda que quixese, non estaba só.
tiña un olor especial, o perfume do paso do tempo.
ela entrara poucas veces alí, non máis dunha ducia. non quería disolver o silencio. quedaba sempre, como tímida, no quicio da porta. breves palabras, un ok e un adiós.
era martes. un martes como outro calquera, pero diferente. cun aceno indicoulle que pechara a porta. enriba da mesa unha folla de libreta garabateada. Libertine, de Vivienne Westwood. asentíu coa mirada. Sí, ese era o seu perfume.
asentíu tamén mentras él lle apartaba o pelo, paseniño, buscando os secretos lugares onde nacía o perfume que o volvera tolo.
asentíu logo cando él, nun susurro, preguntou si podía espila. e paseniño tamén, ela asentindo coa mirada, as xemas dos seus dedos debuxaron unha e outra vez a súa pel.
non deixou de asentir mentras, confundidos xa os seus perfumes, sentía o frío da parede nas costas ó mesmo tempo que se fundía e confundía no seu calor, no seu olor, no canoso pelo revolto, na lingua paseando os seus beizos, no home que a penetraba e a posuía...
aínda asentía mentras as súas mans, temblorosas pero seguras, lle abotonaban, un a un, os botóns da camisa. mentras volvía o seu sitio a realidade. mentras tentaba que aquel castelo volvese a ser o de sempre. catro paredes brancas. unha fiestra por onde se colaba a primavera. moreas de papeis..
...moreas de papeis onde deixaron escrito que, ás veces, a paixón pode máis que o sentido...
15.5.09
Teño medo. Pero ás veces escápaseme a valentía. Ou tal vez a imprudencia. Ou quizais sexa a nostalxia.
Pero tes medo. E agóchalo trala indiferencia.
Teño medo. Pero as mans acarician as teclas como si seguisen a partitura da túa pel.
Pero tes medo. E empúrrasme cara outros beizos, outro sorriso, outras palabras.
Teño medo. Pero rescátame o abrazo infinito, e fágoche sitio. Aínda que non veñas.
Pero tes medo. E disfrázaste para ser anónimo. Ás veces invisible.
Teño medo. Pero tes medo.
Medo de atoparnos un día sen medo.
21.4.09
1.4.09
Olvidaches o pijama...e con él as madrugadas...